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Interior de navío |
Aunque
su origen aún es una incógnita que parece no tener fin, parece existir un mayor
acuerdo en considerar que nació en Génova en una fecha probable alrededor del
año de 1451.
Un
acta notarial de Génova, permite tener una mayor aproximación del año del
nacimiento del descubridor, fechado el miércoles, último día de octubre de
1470, nos informa que Cristóforo tiene “mas de diez y nueve”, lo que nos lleva a la fecha estimada
entre el 26 de agosto y el 31 de octubre de 1451.
“Fue, pues este varón, escogido de
nación genovés, de algún lugar de la provincia de Génova… Cristóbal Columbo de Terra rubia”
Fray Bartolomé de
las Casas, Lib. I, cap. II, vol 62, págs. 41 – 45.
“Por cuanto una de las cosas principales
que se requiere a la historia de todo hombre sabio, es que se sepa su patria y
origen, porque suelen ser más estimados aquellos que proceden de grandes
ciudades y de generosos ascendientes, algunos querían que yo me ocupase en
declarar y decir cómo el Almirante procedió de sangre ilustre, aunque sus
padres, por mala fortuna, hubiesen venido a grande necesidad y pobreza.” Colón, Fernando. Vida del Almirante Don Cristóbal Colón, Cap. I,
pág 11
Sus
padres fueron Domeneghino Colombo y Susanna Fontanarossa. Su abuelo era
Giovanni Colombo, que falleció en el año 1444, este era originario de la aldea
de Moconesi, en el valle de Fontanabuona y estaba establecido en Quinto, al
Este de Génova. Tenía dos hijos: Antonio y Doménico (Padre de Cristóbal Colón)
De
Doménico se conoce su existencia debido a un acta notarial donde consta su
fecha de nacimiento: 21 de febrero de 1429.
Tuvo
tres hermanos y una hermana. El mayor fue Giovanni Pellegrino, cuyo nombre
también se perdió en la historia; sus dos hermanos menores fueron:
Bartolomeo, nacido en 1461 y Diego (Giácomo).
Su
familia, sin ser rica, poseía cierto acomodo debido al negocio de telares que
el padre ostentaba y a los ingresos complementarios que procuraba un pequeño
comercio de quesos “El linaje del suyo dicen que fue generoso y muy antiguo, procedido de
aquel Colón de quien Cornelio Tácito trata en el libro XII al principio,
diciendo que trujo á Roma preso a Mitridates, por lo cual le fueron dadas
insignias consulares y otros privilegios por el pueblo romano”, Fray Bartolomé de las
Casas, Lib. I, cap. II, vol 62, págs. 41 – 45).
“Y es de saber, que antiguamente el primer
sobrenombre de su linaje, dicen que fue Colón, después, el tiempo andando, se
llamaron Colombos los sucesores del susodicho Colón romano…Pero este ilustre
hombre…quiso llamarse Colón…llamóse pues por nombre Cristóbal, conviene á
saber, Christum ferens, que quiere decir traedor o llevador de Cristo… tuvo por
sobrenombre Colón, que quiere decir poblador de nuevo…” Fray Bartolomé de las Casas, Lib. I, cap. II, vol 62, págs. 41 – 45.
El obispo (Fray Bartolomé de las Casas) era de una generación mas
joven y no había conocido a Colón hasta después que el navegante hubo vindicado
su fe.
Andrés
Bernáldez, el cronista del reinado que conoció bien a Colón, y lo tuvo alojado
en su casa, lo describe como “un hombre de tierra de Génova, mercader de libros de
estampa… que llamaban Cristóbal Colón, un hombre de muy alto injenio, sin saber
muchas letras, muy diestro en el arte de la Cosmographia, e del
repartir del mundo…” Bernáldez, cap.
CXVIII, vol. I, pág. 357.
“Fue el Almirante hombre de bien formada y
más que mediana estatura; la cara larga, las mejillas un poco altas; sin
declinar a gordo o macilento; la nariz aguileña, los ojos garzos; la color
blanca, de rojo encendido; en su mocedad tuvo el cabello rubio, pero de treinta
años ya le tenía blanco”. Colón,
Fernando. Vida del Almirante Don Cristóbal Colón, Cap. III, pág 17.
La
infancia de Colón, como su fecha y lugar de nacimiento, también aparece
envuelta en nebulosa. El mismo Almirante señala que desde muy joven aprendió el
oficio de la mar, sin duda alentado por el carácter marinero de la ciudad de
Génova y la ebullición del comercio mediterráneo que inundaba la ciudad.
“Muy altos Reyes: De muy pequeña edad
entré en la mar navegando, y lo he continuado hasta hoy; la misma arte inclina,
a quien la prosigue, a desear saber los secretos deste mundo; ya pasan de
cuarenta anos que yo soy en este uso. Todo lo que hasta hoy se navega he andado”
Colón, Fernando. Vida del Almirante Don Cristóbal Colón, Cap. IV, pág
18.
De lo anterior escrito a los Reyes Católicos en 1501, podemos tomar tres
afirmaciones: que era pequeño cuando comenzó a navegar, que hacía cuarenta años
que había entrado en el mar, y que hasta entonces había navegado todos los
mares conocidos. Nos sitúa sus comienzos de navegante alrededor del año 1461,
cuando contaba con diez años de edad.
Parece
ser que a los dieciocho años (1469)
estuvo al servicio del corsario francés Guillaume de Casenove, quien asediaba
las naves venecianas que comerciaban con Flandes por el Atlántico, hacia 1470.
Un episodio mejor documentado refiere que Colón formó parte de la tropa que, al
mando de Renato de Anjou, nombrado heredero de la reina Juana de Nápoles, se
enfrentó a Alfonso V de Aragón y posteriormente a Juan II. Una tercera
referencia, algo más dudosa, aparece en un documento que habla de un corsario
que en 1473 asoló las costas valencianas y catalanas.
Por
último, se sabe que Colón participó en una flota genovesa que hacia 1474-75
salió en defensa de la isla de Quíos (Turquía),
asediada por los turcos, en donde los genoveses adquirían la goma.
Un
año más tarde Colón aparece formando parte de una flota genovesa que se dirige
a vender la goma de Quíos en los puertos de Inglaterra, Portugal y Francia.
Siendo atacada por el corsario Casenove, el barco en el que Colón viaja
naufraga y éste puede alcanzar a nado la costa de Portugal, asentándose en
Lisboa, donde existe una amplia colonia genovesa.
Es en Lisboa donde Colón conocerá a su
mujer, Felipa Moniz de Perestrello, de familia noble y afamada.
Algunas de las dudas que persisten sobre Colón, es que como
siendo de origen humilde hijo de un lanero de Génova, pudo haberse casado con
una persona del linaje de Doña Felipa.
La
Dra. Anunciada de Colón, descendiente del Almirante es quien lo pone en duda,
declarando el origen noble de la familia Colón. Probablemente el joven
Cristóforo ya fantasee con su pasado y cuente la historia que luego hará
conocida Fray Bartolomé de las Casas cuando transcribe su diario: “…El linaje del suyo dicen que fue generoso y muy antiguo…”
Durante
estos años, Cristóbal Colón se dedicó al comercio y hubo de tratar con gentes
marineras, que a buen seguro contarían historias sobre la existencia de tierras
más allá del mar, sobre extraños objetos o troncos encontrados flotando y sobre
naufragios en costas alejadas y desconocidas hasta entonces. En esta misma
época (1481), Colón con
30 años, viaja a la costa oeste africana como miembro de la
expedición de Diego d´Azambuja y a Inglaterra, portando productos desde Génova.
El mismo Almirante declara, aunque algunos autores lo ponen en duda, que pudo
haber tocado las costas de Islandia. No cabe duda de que todos estos viajes
otorgarán a Colón una acreditada experiencia en las artes de navegación, así
como un vasto conocimiento de la geografía de la época. En la mentalidad de
científicos y navegantes de finales del siglo XV existen ya diversas ideas y
concepciones que dan pie a la creencia de Colón en una ruta occidental hacia
las Indias de la especiería -el oriente asiático- más corta y ajena al peligro
que suponen la piratería y los turcos.
El
Mediterráneo es por aquel entonces un mar demasiado estrecho y peligroso, donde
naciones enemigas y piratas de toda clase dificultan o impiden la ruta que
lleva hacia los ricos países orientales productores de especias y productos
exóticos.
Unos
siglos antes, Marco Polo, entre otros, abrió el camino de la larga travesía
hacia Catay (China), demostrando además el beneficio económico que, no obstante
el largo y peligroso viaje, puede deparar una carga de mercaderías traída desde
Oriente. La ruta occidental por mar, más segura que la travesía terrestre y más
rápida que la marítima bordeando el sur de África, ya explotada por los
portugueses, se convierte a mediados del siglo XV en un foco de especulaciones,
configurándose paulatinamente en una creencia cierta sobre la que cada vez se
acumulan más datos.
Paolo
del Pozzo Toscanelli, en cuyas afirmaciones creerá Colón, no sólo piensa que
debe existir una ruta occidental que libre del peligro de los turcos, sino
además fija la distancia de la ignota isla Antilla del Atlántico con la isla de
Cipango (Japón) en 2500
millas.
La
correspondencia en la que Toscanelli habría afirmado a Colón la idea de
alcanzar Oriente por Occidente, fue considerada apócrifa por Vignaud, uno de
sus tantos biógrafos. Falsa o no, no resisto la tentación de publicar uno de
sus párrafos: “…. Mucho
placer hobe de saber la privanza y familiaridad que tienes con vuestro
generosísimo y magnifientícimo Rey, y bien que otras muchas veces tenga dicho
del muy breve camino que hay de aquí a las Indias, adonde nace la especiería,…” Levillier, Roberto. América la bien llamada. Cap II, pag. 57
El
viaje de Colón a los nuevos territorios no debe explicarse como un hecho
aislado o fruto de la mera casualidad. Desde algunos siglos antes se vienen
produciendo diversos antecedentes que preparan el camino para la gran
navegación transatlántica. Un antecedente claro sitúa a los vikingos tocando la
costa americana hacia el año 1000.
En
el mundo ibérico, las navegaciones exploratorias cada vez son más frecuentes,
contribuyendo a crear un corpus de información geográfica y astronómica e
incorporando nuevos territorios a los ya conocidos. Las innovaciones y mejoras
técnicas o las incorporaciones de adelantos procedentes de otras culturas, como
el astrolabio, facultan a las naves de los reinos ibéricos para realizar
grandes travesías.
Desde
el siglo XIII la acumulación de conocimientos, además del empuje demográfico y
el dinamismo económico, parecen actuar a favor del descubrimiento de nuevas
tierras.
En
1415 Enrique el Navegante fundó en Sagres un centro de estudios cartográficos y
náuticos, que recogía las noticias y hallazgos procedentes de las exploraciones
del litoral africano. Unos años más tarde, Juan II de Portugal instauró la Junta dos Matemáticos,
encargada de elaborar tablas de navegación basadas en los conocimientos
mallorquines y catalanes sobre el Mediterráneo.
El
convencimiento de Colón en la posibilidad de establecer una ruta oceánica
occidental pudo basarse, también, en las conversaciones que supuestamente
mantendría con marineros tanto en el Puerto de Santa María como en Murcia, que
asegurarían haber conocido costas lejanas tras ser arrastrados por el temporal.
El dinamismo portugués en cuanto a sus exploraciones por África, fomentadas
desde la corona, es una cuestión conocida en la época. En 1484 Diego Cao es
premiado por el rey Juan II por sus exploraciones africanas, lo que sin dudad
anima a Colón a presentar su proyecto a la corte portuguesa. Solicita al rey se
le brinde tres carabelas con vituallas y mercaderías para comerciar, ser armado
caballero, Almirante y Gobernador de los territorios descubiertos y adjudicarse
un diez por ciento del beneficio económico que se obtenga de las nuevas tierras
y participar con un octavo en cada barco que comerciase con los países
hallados.
La
negativa del monarca a secundar la operación parece provocada por estar inmerso
en las exploraciones africanas, convencido de estar ya en la mejor ruta hacia
oriente -la africana-, y comprometidas las arcas reales en la empresa.
Posiblemente,
una vez rechazado el proyecto, pudo enviar una carabela que, tras seguir las
indicaciones dadas por Colón, debió de volver de vacío. En los inicios de 1485
Colón pierde a su esposa y abandona Portugal, quién sabe si por deudas o
acusado de conspirar contra el rey.
Lo
cierto es que su hermano Bartolomé ofrece el proyecto a Enrique VIII de
Inglaterra, quien también lo rechaza. Parte entonces Cristóbal Colón hacia
Palos, para ofrecer su plan a los reyes de Castilla y Aragón.
El
desembarco en Palos hubo de hacerse a causa de las noticias que circulaban en
la localidad, conocidas de Colón, acerca de un viaje del piloto Alonso Sánchez
de Huelva hacia el occidente atlántico.
Se
supone que el prior de La
Rábida, fray Juan Pérez, y el cosmógrafo fray Antonio de
Marchena pudieron entregar el diario y una carta de ruta del piloto, que pudo
usar Colón en su primer viaje. A través de diversos personajes interpuestos
tienen noticia los Reyes Católicos del proyecto de Colón, siendo recibido por
estos en Alcalá de Henares el 20 de enero de 1486.
Aparte
de las ganancias económicas, la idea de Colón reunía en sí misma grandes
aspiraciones del mundo cristiano de la época, como el comercio directo con
Oriente, el contacto con los misteriosos reinos cristianos del Preste Juan y el
remate al ideal de Cruzada con la toma definitiva de Jerusalén. Valedores de
Colón fueron fray Juan Pérez y el contador mayor, Alonso de Quintanilla, quines
consiguieron que una junta consultiva se reuniese en Córdoba para examinar sus
ideas. Posiblemente fue el confesor de la reina Isabel, Hernando de Talavera,
quien, contrario al proyecto, fomentó la negativa de la junta. Parece, además,
que otras razones incidieron en el rechazo a apoyarlo, fundamentalmente la
guerra establecida con el reino nazarí de Granada y las desmesuradas peticiones
de Colón, ciertamente inéditas en la época.
Entre
tanto se delibera en la corte de Isabel y Fernando, Bartolomé Colón ha pasado a
Francia, donde ofrece el plan de su hermano a Ana de Beaujeu, regente durante
la minoría de edad de Carlos VIII. En Francia tampoco se prestará demasiado
crédito al proyecto. Las deliberaciones en la corte castellana duraron varios
años, durante los cuales Colón no obstante fue mantenido por indicación de la Corona. Son años en
los que Colón va ganando adeptos en la corte, como fray Diego de Deza, o el
Duque de Medinaceli, en cuya casa se alojó por dos años. Una nueva negativa de
la corte le empujó a marchar de España, pasando antes por La Rábida. Desde aquí
fray Juan Pérez hace un último intento, escribiendo una carta a la reina
Isabel, como resultado de la cual Colón es llamado a Santa Fe (Granada) para
empezar a negociar. En este punto la intervención de Don Luís de Santángel,
escribano de ración de la corona de Aragón, resulta crucial, pues persuade a la
reina de la viabilidad y conveniencia del proyecto.
La
negociación finaliza el 17 de abril de 1492, dando lugar a las Capitulaciones
de Santa Fe. En ellas se determina que Colón y sus herederos ostentarán el
cargo de Almirante en todos los territorios que pudiera descubrir, cobrando el
quinto de las mercancías; se le nombra también virrey y gobernador de las
tierras descubiertas, con poder para nombrar funcionarios; recibirá la décima
parte de los tesoros conquistados o adquiridos y ejercerá de juez en cuantas
cuestiones comerciales se pudieran suscitar; podrá participar con un octavo en
cualquier expedición comercial que se emprendiese, obteniendo así un octavo de
los beneficios. Se equipara así a Colón en rango con el Almirante de Castilla,
con los mismos privilegios y mercedes, y su hijo Diego es nombrado paje del
príncipe don Juan. Las pretensiones de Colón son inusitadas para la época, pues
aparte de exigir un alto porcentaje sobre los beneficios de la empresa, sus
aspiraciones políticas le convertirían de hecho en el segundo dignatario de
Castilla tras la reina. Sus pretensiones son más desmesuradas aun considerando
que se trata de un advenedizo, un extranjero apenas llegado que presenta un
plan supuestamente inconcebible. El acuerdo con los reyes de Castilla y Aragón
indica, por tanto, que en la mentalidad y conocimientos de la época ya estaba
la posibilidad de realizar un viaje así. Además, juega a favor de Colón el
hecho de que la toma de Granada ha acabado, lo que permite a los Reyes distraer
su atención hacia otros asuntos y dedicar recursos al nuevo proyecto.
El
30 de abril de 1492 los reyes envían una misiva a Palos en la que ordenan la
construcción de dos carabelas que pondrán al servicio de Colón, como pago o
castigo contraído con anterioridad. El mismo Colón se desplaza a la localidad
para formar la tripulación, encontrando reticencias hasta que interviene fray
Juan Pérez y se enrola el afamado marino Martín Alonso Pinzón, ofreciendo una
carabela propia. Con él se enrolan también sus hermanos Francisco Martínez y
Vicente Yáñez Pinzón y el piloto Juan de la Cosa. Armadas las
carabelas Pinta, Niña y la nao Santamaría, salen del puerto de Palos
Allí
donde día tras día funden sus aguas el Río Tinto y el Odiel, la madrugada del 3
de agosto de 1492 las tres embarcaciones parten hacia una tierra y un futuro
inciertos.
Viernes, 3 de agosto
“Partimos
viernes tres días de agosto de 1492 de la barra de Saltés, a las ocho horas.
Anduvimos con fuerte virazón hasta el poner del sol hacia el Sur sesenta
millas, que son quince leguas; después al Sudoeste y al Sur cuarta del
Sudoeste, que era el camino para las Canarias”.
Anzoátegui, Ignacio.
Los cuatro viajes del Almirante y su
testamento. Pág. 17
.
Hoy existe una nueva incógnita de dónde
estuvo realmente situado el muelle del Puerto de Palos de donde zarparon los
buques.
Actualmente, el “Muelle de las
Carabelas” donde hay una réplica de las mismas, está en el “Paraje de la Rábida s/n, Palos de la Frontera, Huelva”
Y el montículo, sobre cuyo tope se
encuentra el monasterio de la rábida
Ponen
proa a Canarias, donde arribarán más tarde. Aquí repostan y hacen las oportunas
reparaciones, tras lo que parten en dirección oeste
La
duración de la travesía comienza a impacientar a la tripulación, surgiendo
amagos de sublevación que son atajados por Colón mintiendo sobre la distancia
recorrida y prometiendo regalos. La situación comienza a ser desesperada cuando
Rodrigo de Triana (cuyo verdadero nombre es Juan Rodríguez Bermejo)
avistó tierra el 12 de octubre, habiendo llegado a la isla Guanahaní (San
Salvador, Watling). Durante este viaje realizó además exploraciones durante
tres meses por otras islas cercanas, a las que bautizó como Juana (Cuba) y La Española (Haití). En ésta
parece ser que tuvo el primer contacto con un jefe nativo, Guacanagari, quien
le regaló objetos de oro.
“…Ya dije como yo había andado 107 leguas
por la costa de la mar por la derecha línea de occidente a oriente por la isla
de Juana, según el cual camino puedo decir que esta isla es mayor que
Inglaterra y Escocia juntas; porque, allende de estas 107 leguas, me quedan de
la parte de poniente dos provincias que yo no he andado, la una de las cuales
llaman Avan, adonde nace la gente con cola; las cuales provincias no pueden
tener en longura menos de 50 o 60 leguas, según pude entender de estos Indios
que yo tengo, los cuales saben todas las islas.
Esta
otra Española en cierco tiene más que la España toda, desde Colibre, por costa de mar,
hasta Fuenterrabía en Viscaya, pues en una cuadra anduve 188 grandes leguas por
recta línea de occidente a oriente. Esta es para desear, y vista, para nunca
dejar; en la cual, puesto que de todas tenga tomada posesión por Sus Altezas, y
todas sean más abastadas de lo que yo sé y puedo decir, y todas las tengo por
de Sus Altezas, cual de ellas pueden disponer como y tan cumplidamente como de
los reinos de Castilla, en esta Española, en el lugar más convenible y mejor
comarca para las minas del oro y de todo trato así de la tierra firme de aquí
como de aquella de allá del Gran Can, adonde habrá gran trato y ganancia, he
tomado posesión de una villa grande, a la cual puse nombre la villa de Navidad;
y en ella he hecho fuerza y fortaleza, que ya a estas horas estará del todo
acabada, y he dejado en ella gente que abasta para semejante hecho, con armas y
artellarías y vituallas por más de un ano….” Carta de Colón a los Reyes Católicos, anunciando su llegada a las Indias
En
la Nochebuena
de 1492 la Santa María
embarrancó, lo que persuadió a Colón de aprovechar sus restos para construir un
fuerte ("Navidad") donde quedarían 39 miembros de la expedición, para amistarse con los indios y
establecer una colonia. Separada la
Pinta tras la insubordinación de Martín Alonso Pinzón, quien
se había ido a explorar la mítica isla de Babeque.
Colón
parte con la Niña
hacia España el 2 de enero de 1493, llevándole las corrientes a Lisboa. En esta
ciudad, Juan II alega que las nuevas tierras son suyas, en función del tratado
de Alcaçobas, lo que generará una polémica que no quedará saldada hasta la
intervención del papa Alejandro VI y el acuerdo establecido por el Tratado de
Tordesillas.
Vuelto
a España, los reyes le reciben en Barcelona. Colón les trae presentes y lleva
consigo a seis indios. Son los primeros indígenas bautizados, encargando los
reyes a Colón emprender un nuevo viaje en el que llevará consigo a fray
Bernardo Boyl y otros religiosos para convertir a la población.
El
segundo viaje cuenta ya con un ingente despliegue de medios, lo que indica un
interés colonizador. Se preparan mil quinientos hombres y diecisiete barcos
cargados con vituallas y provisiones tanto para mantenerse como para fundar
establecimientos permanentes. Entre los viajeros figuran el hermano de Colón,
Diego, Ponce de León, fray Antonio de Marchena, Alonso de Ojeda, Juan de la Cosa, Pedro Margarit, etc.
El
regreso al fuerte Navidad es desolador, encontrando sólo restos que indican un
ataque indígena y disensiones de los españoles, algunos de los cuales habrían
partido a la región del cacique Caonabo con la esperanza de encontrar
oro.
El
6 de enero de 1494 se fundó la primera ciudad, La Isabela, en un lugar
malsano que provocó que fuera abandonada dos años más tarde, fundando Santo
Domingo a instancias de Bartolomé Colón. Entre tanto, continuó Colón realizando
exploraciones, convencido de estar ante las puertas de los reinos del Gran
Khan. Así, reconoce por completo La
Española y explora Cuba, Jamaica y algunas islas menores.
Tras
dejar a Francisco Roldán como Alcalde Mayor de la Isabela, emprendió el viaje
de regreso a España. Surgió entonces el conflicto entre Roldán y Diego Colón,
que provocará la primera sublevación. Los desórdenes producidos llegan a oídos
de la corona, quien envía un visitador para investigar. Como resultado, se
presentan acusaciones contra Colón, que son ignoradas por los Reyes.
El
30 de mayo de 1498 parte Colón por tercera vez, con una flota de seis barcos y
seiscientos hombres. Durante esta expedición realizó nuevas exploraciones, como
las de la isla Trinidad, el golfo de Paria, en el continente americano,
Asunción (Tobago) y Concepción (Granada), Margarita y Cubagua. A su regreso a La Española siguen los
problemas generados por Roldán y otros españoles, contestadas por Colón con
actuaciones soberbias y despóticas. Como resultado, la corona envió a un nuevo
investigador, Francisco de Bobadilla, cuya autoridad negó Colón, por lo que fue
encadenado y enviado preso a la Península. La protección real, aunque con algunas
reservas, le procuró ser absuelto y que se nombrara un nuevo investigador en
sustitución de Bobadilla, esta vez Nicolás de Ovando.
Para
evitar conflictos, los Reyes prohibieron a Colón tocar La Española en su cuarto
viaje, emprendido el 11 de mayo de 1502 junto con su hermano Bartolomé y su
hijo Hernando, tocando las islas Caribes, Santa Lucía o Martinica, Santa Cruz,
Puerto Rico, Honduras.
El
viaje resultó descorazonador, pues el paso hacia las Indias, en el que Colón
aun creía firmemente, no aparecía por ninguna parte. Parece ser que las
penalidades y el carácter altivo de Colón empujaron a la tripulación a
rebelarse, a lo que se sumó una fuerte tormenta y el mal estado de las naves.
De
vuelta a España, Colón ha de ocuparse de hacer valer sus derechos, pleiteando
con la Corona. A
pesar de habérsele reconocido algunas mercedes, la situación interna de los
reinos ha cambiado profundamente, tras fallecer la reina Isabel. Las
reclamaciones al rey Fernando no son atendidas como quisiera, encontrándose
éste en una difícil coyuntura política por la posible llegada al trono de
Felipe el Hermoso. No obstante, Colón aun conserva algunas amistades entre los
personajes influyentes de la corte, como Diego Hurtado de Mendoza o Cisneros.
Entristecido y melancólico, Colón ve próxima su muerte, dictando testamento a
favor de sus hijos, hermanos y de Beatriz Enríquez de Arana, mujer con la que
compartió parte de su vida y madre de su hijo Hernando.
El
20 de mayo de 1506 muere aquejado de gota y otras enfermedades en la ciudad de
Valladolid, sin conocer que en su exploración había dado con un continente
desconocido hasta entonces por los europeos de su época y al que se dará el
nombre de América, fruto de un equívoco al asignar su descubrimiento a Américo
Vespuccio.
“…E Plugo a nuestro Señor Todopoderoso que
en el año de noventa y dos descubriese la tierra firme de las Indias y muchas
islas, entre las cuales es la
Española, que los indios llaman Ayte y los monicongos de
Cipango…” Testamento de Cristóbal Colon.