martes, 25 de octubre de 2011

Ascenso a los Cerros del Cordón “La Cadenita”



Ascenso a los Cerros del Cordón “La Cadenita”

Fecha expedición: 20 de agosto de 2010

Por Federico Serino, Explorer Club

Integrantes: Federico Serino, Chiche y Carli Figueroa, Rubén Mateo, Nehuén Mateo


Antes de comenzar la expedición


Esta es la descripción del ascenso a los cerros de la parte Norte del Cordón del Plata, que por su altura y acceso, se pueden realizar en un día y sirven como un buen entrenamiento para montañas mayores.

El primer cerro es el Lomas Blancas, de  3659 metros, bautizado así por los tiempos donde las nevadas permanecían largo tiempo sobre sus laderas.

Desde el Centro de Sky de Vallecitos (hoy lamentablemente casi sin uso por la falta de nevadas en sus pistas) se comienza el ascenso debajo de la aerosilla hasta que se ve una pirca de piedra que se sigue hasta llegar al filo.

En la cumbre hay una cruz donde se puede dejar el testimonio de ascensión.


Foto de cumbre!!



Cumbre Cerro Lomas Blancas


Luego seguimos caminando hacia nuestra segunda meta: el Cerro Estudiantes, de 3700 metros. La ruta es muy fácil de encontrar, ya que se sigue la cresta desde el Lomas Blancas, realizando un pequeño descenso, para luego continuar hacia la cumbre. Una caña señaliza el fin del trayecto.



Cumbre Cerro Arenales 3800 metros



Vista del Lomas Blancas a las Morenas Coloradas







A continuación sigue el Cerro Cáucaso de 3800 metros y el Cerro Iluso, de 3850.

El primero lleva el nombre del cordón montañoso ruso, y el segundo porque es una cresta con varias cumbres mas, detrás de este viene el “Cerro Ignorado”
Hay algunos pasos expuestos, por lo que es recomendable utilizar cuerda para asegurarse.


Testimonio de cumbre encontrado



Paso expuesto hacia el Cerro Cáucaso


Cumbre Cerro Cáucaso



al fondo, Cerro Agustín álvarez
Camino al filo del  Cerro Ignorado

Al finalizar la jornada completa y soleada, descendimos para descansar y comer un buen asado en el refugio “El Chacay”.





miércoles, 19 de octubre de 2011

Península de Valdés, el paraíso al Sur del paralelo 40º



Península de Valdés
Por Federico Serino, Miembro del Explorer Club

Fecha: Mayo 2010

Este es el relato de un viaje por los pagos chubutenses, recorriendo Sierra Grande, Península de Valdés y alrededores... les dejo algunas fotos y algún que otro comentario...


Salimos directo de Buenos Aires, autopista Ritchieri, tomamos el desvío de la ruta 205 hasta Cañuelas. Luego ruta 3, San Miguel del Monte, Las Flores, Azul y  el desvío hacia Olavarría. De aquí sigo por la ruta 76 hasta el cruce con la ruta 51 para llegar a Coronel Pringles. Se llega a Bahía Blanca, rotonda y camino de circunvalación para seguir por la ruta 22: Médanos, Río Colorado, Ruta 251, Gral Conesa, San Antonio Oeste, y nuevamente ruta 3, Sierra Grande y finalmente arribo a Puerto Madryn...


De los añares que hago este camino siempre me resultó el mas corto y menos transitado que utilizando la ruta 3 directa por Tres Arroyos...

Atardecer en la ruta



Esta vez paré a dormir en Río Colorado, en otras oportunidades realizaba el trayecto de un tirón, pero en la actualidad los 1300 km se hacen eternos…

Paramos en un hotel en el interior del pueblo, más cómodo y económico que los que están a la vera de la ruta.

Al otro día, tempranito, salimos hacia Sierra Grande, donde paseamos por los alrededores y subimos algunas sierritas.


Con la familia en una cumbrecita







En Madryn me alojé en lo de un gran tipo, Juan Carlos, que tiene unos lindos y cómodos duplex.




Allá por el año 2000, encontramos flotando el cuerpo de una ballena Franca Austral (Eubalaena australis), en Puerto Pirámides. Era una muy buena oportunidad para no desperdiciar ya que el único esqueleto hasta ese momento montado, era el que se encuentra expuesto en el itsmo de Ameghino, a la entrada de la península.
Se preparó la carcaza  y el cuerpo se enterró esperando que la naturaleza haga su trabajo... o sea que queden los huesos peladitos y blancos. Luego se coloca sobre un armazón de hierro para que el público pueda apreciarlo. El trabajo y dirección fue realizado por la WEF, Wild Earth Foundation, de mi amiga Gabriela Bellazzi y su esposo Fabián Gantón


"Despegando" las vértebras caudales a fuerza de motor. Al fondo Fabián Gantón (WEF) (Foto archivo año 2000 )


Esqueleto de ballena franca montado en hostería de península Valdés

Vista del esqueleto














WEF, Wild Earth Foundation


En la página web, http://www.planetazul.org.ar, de la Asociación de Amigos del Museo Argentino de Ciencias Naturales, a la cual pertenezco desde hace muchos años, se pueden leer muchos temas relacionados con la conservación y el mar.


Esta vez me pasó algo muy particular: me doy cuenta que los lugares que fui conociendo a lo largo de los años cambian: eso se llama progreso. Lo que sucede es que les muestro a mis hijos cosas que quizás ya no existen (quizás niñedades de viejo algunas, quizás otras no) pero no existen mas al fin… y eso justamente es lo que quiero retener en mi memoria para transmitirlo.

Algo es seguro, el cuidado de los lugares y la limpieza se nota, a fuerza de prohibiciones y limitaciones, es verdad, pero se nota….

Sería muy interesante que los humanos entendamos que podemos disfrutar y cuidar a la vez sin necesidad de que nos pongan barreras o alambres, pero ese… ese es otro tema.

En Playa Paraná, al Sur de Puerto Madryn, se encuentra el naufragio del Pesquero "Folías" que se hundió por los ochenta. La historia es muy pintoresca como confusa.... hubo una "festichola" a bordo y todos tomaron un poco demás, conclusión, el buque varó en la costa....




Preparando una inmersión en el pecio "Folías"





Un "inesperado" visitante: ballena franca austral



Ballena minke montada en el CENPAT (Centro Nacional Patagónico)

lunes, 17 de octubre de 2011

Jacques Ives Cousteau, buceando en el "mundo silencioso"


Jacques Ives Cousteau, buceando en el "mundo silencioso"

Por Federico J Serino
Instructor de Buceo ACUC,
Miembro  SOLAMAC (Sociedad Latinoamericana de Especialistas en Mamíferos Acuáticos).

Jacques Ives Cousteau. Foto Enciclopedia "Mundo Submarino"


11 de junio 1910- 25 de junio 1997

Que se puede contar de Cousteau que ya no se haya dicho o leído... quién no ha visto alguno de sus innumerables documentales donde muchos de nosotros soñamos con fantasías acerca del gran azul... quién no ha sentido el placer de la ingravidez al sumergirse en el agua... fue gracias al ingenio e inventiva de este gran hombre que hoy el buceo deportivo, técnico o profesional es un hecho que ha abierto el conocimiento de los abismos más profundos de nuestro querido y maltratado planeta.
Corría la década del 20 y los franceses disfrutaban de “La Belle Epoque”, muchos grandes inventos y nuevas experiencias caracterizaron el comienzo del nuevo siglo: los hermanos Lumiére deslumbraban con el cinematógrafo; Louis Blériot cruzaba el canal de la Mancha con su monoplano de 25 cv. en una desenfrenada carrera contra Hubert Latham. Todo esto pasaba frente a los ojos de un deslumbrado joven francés que tenía muchas inquietudes y una gran pasión: el mar.
Cousteau conoció por esos años a Emile Gagnan, un empleado de un oscuro laboratorio de Air Liquide, quién ideó una válvula interruptora automática para los autos a gas de la época, que ante la escasez de gasolina producida por la recesión, utilizaba ese combustible como sustituto. Eso era justo lo que Jacques necesitaba para el equipamiento que había ideado, la adaptaron y ajustaron y éste fue el inicio de los primeros equipos autónomos de buceo.
La historia nos lleva a una mañana de junio del año 1943, en Ville Barry en la Riviera francesa, bajo una oculta cala rocosa a la sombra de las miradas de la gente y de los soldados de las tropas de ocupación. Allí, en una caja de madera enviada de París, estaba este nuevo e ingenioso aparato: el pulmón automático de aire comprimido, más famoso y mundialmente conocido como “aqualung”. Junto con sus inseparables compañeros de buceo, Philippe Tailliez y Frédéric “Didi” Dumas, desembalaron el conjunto de tres botellas de aire comprimido de tamaño mediano, unidas a un regulador de donde partían dos mangueras que se unían en una boquilla, que les entregaría aire a demanda sin importar la presión del entorno. Con este equipo sujeto con unas correas a sus  espaldas, unos lentes que cubrieran los ojos y la nariz, y un par de aletas de goma para los pies, comenzó lo que luego sería la más impresionante serie de inmersiones que permitió conocer las profundidades del océano tal como hoy las conocemos.
Luego de finalizada la ocupación alemana de Francia, en su condición de capitán de la marina, junto a Taillez y a Dumas como especialista civil, formaron el “Groupe de Resercherches Sous-Marines” (Grupo de Investigaciones Submarinas). Una de las primeras tareas encomendadas fue la de limpiar los puertos y bahías de minas explosivas y barcos hundidos. También experimentaron con la fotografía subacuática utilizando películas de 35 milímetros en blanco y negro para cámara fija “Isopan F”, encerrada herméticamente en un frasco de vidrio de dos litros. En esta técnica no fueron los pioneros, ya que el propio Cousteau narra que las primeras experiencias se realizaron en el año 1914 por un americano llamado J. E. Willamson.
Vendría luego su primer cortometraje: “A dieciocho metros de profundidad ”donde filmaron un vapor británico hundido: el Dalton; seguirían “Pecios” en 1943 y “Paisajes del silencio” en 1944. Finalmente en 1956, después de dos años de filmaciones y más de mil inmersiones llegaría “El Mundo Silencioso” por el cual recibiría un Oscar de la Academia. Esta película-documental tuvo un fuerte impacto sobre el público, sobre todo la escena donde se veía a Dumas bailando un vals con “Ulises”, un gigantesco mero de casi dos metros. La crítica cuestionó a Cousteau por haber presentado estos filmes en plena ocupación alemana, pero según él, las películas servían para levantar la moral de la juventud francesa.
Siempre a su lado, acompañándolo en todas sus iniciativas, estuvo su primer esposa, Simone Melchior, hija de un oficial retirado de la marina quien por ese entonces se desempeñaba como ejecutivo de Air Liquide. Se casaron el 12 de julio de 1937 y tuvieron dos hijos: Jean-Michel y Philippe. Con Philippe como camarógrafo submarino y más cercano colaborador, trabajó en toda la primer serie de documentales que se realizaron gracias a un acuerdo con la cadena televisiva americana ABC, y que se llamó “El Mundo Submarino de Jacques Cousteau ”.
La exploración y filmación submarina era un hecho, pero Cousteau necesitaba su propio barco y su anhelo se cumplió en el año 1949 cuando encontró un dragaminas de la 2º guerra mundial (por ese entonces era un transbordador en actividad) construido en Seattle en 1942, que sirviera en la Marina Real como el dragaminas J-826. Fue en su función como transbordador que lo bautizaron Calypso, que según la mitología griega era una ninfa hija de Océano y Tetis. La leyenda dice que fue Cousteau quien bautizó al barco y que lo obtuvo bajo la promesa de no revelar la identidad del millonario inglés que había financiado la compra. El benefactor fue Noel Guiness y el contrato se firmó el 19 de julio de 1950. La embarcación fue convertida, con ahorros del propio Cousteau y varios de sus amigos, en el primer buque de investigación oceanográfica dedicado casi con exclusividad a esta naciente disciplina (en un principio el barco también fue utilizado para exploración petrolífera, lo que les permitía sumar fondos extras para otras actividades); con sus 40 mts. de eslora, el barco tenía capacidad para aproximadamente 30 personas entre tripulantes buzos y científicos. A bordo de su querido Calypso recorrió miles de millas marinas por todo los mares del planeta; ese era su hogar y el de su esposa Simone, que era la verdadera señora del barco. Ella constituía la fuente permanente de un gran sentimiento familiar y estaba pendiente de cualquier cosa que necesitaran sus “muchachos”. Así la recordaba Albert “Bébert” Falco, uno de los más cercanos colaboradores de Cousteau y jefe de su equipo de buceadores entre los años 1952 y 1989.
Lamentablemente la historia del Calypso finalizó en un puerto de Singapur, en enero de 1996 cuando estando amarrado fue embestido por un remolcador. Ahora se encuentra en Marsella pudriéndose lentamente, aunque hay pedidos de la Sociedad Cousteau hacia el presidente francés para repararlo y convertirlo en un museo flotante.
En su constante búsqueda del conocimiento también tuvo muchos momentos desagradables, Cousteau mismo junto a “Didí” Dumas, experimentaron con sus propios cuerpos los efectos de la presión o la utilización de diferentes mezclas gaseosas para lograr mayores tiempos de permanencia o mayores cotas de profundidad. Así los abismos cobraron una de las primeras víctimas en su equipo: Maurice Fargues. En una serie de inmersiones, donde trataban de conseguir superar la cota de los 120 mts., se ahogó. Cuando lo izaron hacia la superficie lo encontraron con el regulador fuera de su boca, por lo que pensaron que sufrió los efectos de la narcosis nitrogénica, por entonces conocida como “embriagues de las profundidades”. En la Antártida, en el año 1972, una nueva desgracia golpea al grupo de marinos: el primer oficial Michel Laval fue a recibir un helicóptero que estaba por aterrizar en la isla Decepción; se resbaló en el hielo y fue alcanzado por la hélice del aparato, matándolo instantáneamente. Pero la mayor desdicha sufrida por el viejo Capitán fue la pérdida de su amado hijo Philippe. Fue el jueves 28 de junio de 1979, Philippe intentaba aterrizar el hidroavión Catalina PBY en el río Tajo en Portugal; éste avión fue adquirido para asistir las tareas del equipo, y en ese momento servía de apoyo táctico para Falco que estaba experimentando con una estación subacuática. 
Cuando niveló al PBY (como lo había hecho cientos de veces) tocó con algo que lo sacudió y los tiró a todos hacia delante. Enseguida se dieron cuenta que estaban hundiéndose; se lanzaron a las aguas barrosas y llegaron a la costa; allí el copiloto Hank Levibach, descubrió que Philippe no estaba con ellos. Las versiones sobre el accidente eran contradictorias: algunos decían que una tapa de inspección del hidro estaba abierta y que al tocar el agua produjo el accidente matando al desdichado a causa del desprendimiento de una hélice; otras, que habían chocado contra un banco de arena.. En ese momento el Calypso estaba navegando por el Caribe filmando naufragios cuando llegó la terrible noticia: Cousteau y Simone se derrumbaron, pero no hicieron público su dolor y dispusieron que el cuerpo de Philippe fuera enterrado en el mar tal como fuera su deseo. Éste desgraciado hecho fue el que acercó al padre con su otro hijo que en ese momento no participaba en los negocios de la Sociedad. Jean-Michel tenía su vida aparte como arquitecto naval y por mucho tiempo estuvieron distanciados sosteniendo una tensa relación; a partir de aquí, padre e hijo se encontraron y Cousteau le ofreció el lugar dejado por su hermano.
Nada fue igual después de la muerte de Philippe: Cousteau envejeció de golpe; “mi castigo será trabajar hasta morir” le dijo a Falco, y lamentablemente la relación del resto del equipo con Jean-Michel no era la misma que habían mantenido con su fallecido hermano. La tripulación del Calypso se encontraba en el río San Lorenzo en Canadá, estudiando la contaminación, Falco era el jefe de la misión, Bernard Delemotte el buzo principal y Dominique Sumian estaba a cargo de las exploraciones específicas, y cada vez más a menudo, Cousteau debía intervenir para suavizar las tensas relaciones entre ellos y su hijo mayor.
Cousteau llegó por primera vez a Buenos Aires en el año 1962; en 1972 viajó hacia la Antártida para estudiar los efectos de la contaminación en el continente blanco; en 1985 nos visitó por última vez mostrándose muy angustiado por los problemas ambientales de nuestro país, sobre todo por el alto grado de degradación que presentaba el Riachuelo. Su paso por la Argentina generó adhesiones y críticas, lo que fue una constante en sus recorridas alrededor del globo.
Un Cousteau cada vez más duro y más comprometido con los temas ambientales y con la degradación del ambiente marino, levantó su voz e influencias para atacar este tema que aún hoy ocupa los primeros lugares en aspectos de la salud del planeta. El fracaso de la conferencia de Caracas para determinar la Ley del Mar en 1976 lo enfureció, alegando que se habló mucho de derecho y poco del mar. Lo que Cousteau proponía era que una autoridad oceánica internacional dictara las normas y reglas a seguir sobre la explotación racional de los recursos de los océanos, pero que las naciones costeras fueran las responsables de ponerlas en práctica en sus respectivas zonas económicas. Se pidió una modificación en los métodos de pesca industrial que tanto daño hace a las poblaciones de peces y a los fondos marinos, y se solicitó que extensas franjas costeras quedaran libres de explotación. Cuanto más endurecía su posición más críticas recibía: ¿cómo el hombre que estaba comprometido con la presencia de los humanos en el mar, que imaginaba comunidades, vastos complejos industriales y hasta naciones que prosperarían en el mar ahora había dado ese vuelco?. Evidentemente Cousteau había cambiado. Desde su primer serie de documentales, donde probablemente podríamos estar de acuerdo que sus métodos no eran lo suficientemente simpáticos para la actual tendencia ecologista, a la última serie de documentales llamada “La Odisea de Cousteau”, mucha agua había corrido bajo la cubierta del Calypso. No nos olvidemos que las primeras tomas fueron rodadas en el año 1967, y que en esa época todo estaba por descubrirse; en realidad si algunas escenas fueron preparadas o ambientadas igualmente han dejado un gran impacto en el público y que fue Cousteau el que estaba descubriendo junto a su equipo y a los televidentes ese nuevo mundo acuático. Después de su muerte su hijo Jean-Michel dijo: “Todo el que hace algo es criticado, los que no hacen nada no lo son”. Mucho tiempo había pasado, casi cincuenta años de viajes, descubrimientos y desgracias... pero igualmente Cousteau siguió trabajando: junto con Lucien Malavard, un experto en aerodinámica que había trabajado en los diseños de los aviones Concorde y Airbus, modificaron los planos del año 1924 de un constructor alemán Anton Flettner, de un barco impulsado por dos grandes cilindros que utilizaban principios aerodinámicos de diferenciales de presión para conseguir el empuje necesario para navegar: había nacido el “Alcyone”, otro de los legados de Cousteau para la humanidad.
Sus últimos años no fueron de los más felices: enemistado nuevamente con su hijo Jean-Michel y observando que a pesar de sus recomendaciones, las naciones no hacían lo suficiente para mejorar la calidad de vida de un mundo que se degrada en forma acelerada, comenzó a preguntarse cuál era realmente la leyenda que se había formado a través del nombre Cousteau. Había descubierto, viajado, enseñado, mostrado y alertado al mundo entero de lo que él mismo había aprendido. A pesar de esto sus detractores aprovecharon sus debilidades para atacarlo aún con más insistencia.
Su amor eterno era el mar, al que esperaba no tener que dejar jamás, ese océano donde pasó la mayor parte de su vida y que nunca lo traicionó. Su extraordinaria curiosidad se contagiaba con naturalidad al resto de su tripulación. “Il faut aller voir”, repetía... “debemos ir y verlo por nosotros mismos”, con la eterna convicción de que para conocer a fondo nuestro planeta debíamos sumergirnos en él.




Foto del buque Calypso cuando funionaba com dragaminas (1)




El Calypso y el Alcione, navegando juntos (2)


El Calypso hundido (3)


Centro de la foto, Albert Falco (4)


BIBLIOGRAFÍA Y FUENTES
- Cousteau, por Axel Madsen. Ed. EMCÉ.
- El mundo Silencioso, por J.Y. Cousteau y Frédéric Dumas. Ed.  Ediciones Selectas.
- National Geographic, feb. 1998.
- Cousteau, documental producido por la BBC de Londres. 1998.

Fotografías:

 1 a 4 .
Foto Enciclopedia "Mundo Submarino"

LOS GIGANTES, ascenso al Cerro "La Cruz"

LOS GIGANTES, ascenso al Cerro "La Cruz"

Por Federico Serino, Miembro del Explorer Club


En mayo del 2011, luego de un "viaje relámpago" de toda la noche, llegamos a Carlos Paz, provincia de Córdoba.
Después de un rápido desayuno, nos dirijimos hacia "Los Gigantes", pasando la localidad de Tanti, donde arribamos aproximadamente a las 6 AM. Desde allí emprendimos la caminata por la senda que corre lindera al arroyo, encontramos un lugar para armar las carpas y luego de preparar la "ferretería" (mosquetones, empotradores y demás elementos que ayudan y aseguran la escalada en paredes), iniciaríamos el ascenso al Cerro La Cruz de 2300 metros.

Una de las rutas utilizada fue la denominada "Diedro chico"clasificada como 4+ en un recorrido vertical de aproximadamente 120 metros (Durá Guillermo, Escaladas en Córdoba, Los Gigantes, may 2009. pag 37).
El inicio de la ruta es por una pared desplomada de un granito muy áspero a "pura adherencia" donde se debe cargar el peso sobre los pies y pegarse a la pared como una lagartija!!.
Luego de unos pasos Dülfer´s (técnica para escaladas por salientes donde los pies se ponen en contraposición) nos encontramos con un balcón expuesto que se superó a "pura adrenalina".

De allí a la cumbre ya quedaban algunos cientos de metros fáciles y enteramente disfrutables.

La expedición estuvo organizada y guiada por Álvaro Anes, de la escuela de montaña "Azimutrek", gran amigo y excelente profesional.


Los Gigantes, Tanti, CBA. Cerro La Cruz, cumbre. 2300 m. Escalada  (may)

Nota: Las disciplinas de escalada, montañismo y la espeleología son actividades de riesgo. Las montañas y las cuevas constituyen un ambiente cambiante y de riesgo. Se recomienda iniciar cursos con personal competente y la utilización de equipamiento homologado y actualizado.



Fuente: secretaría de turismo



Fuente: secretaría de turismo


Llegando a la "Rotonda"

Fede, Álvaro


Inicio de la senda


Carga completa

Con algunos kilos "extras"... 30!! como pesan los fierros!!







Campamento montado





El Diedro Chico, 4+, 120 metros



Diedro Chico, otra vista
































Rapelando desde la Cruz


Ahjjj!! las fisuras!!




Relevo con chapas y parabolts



Vista de la cumbre del Cerro La Cruz


Fede, Álvaro, Ricardo. Luego de la cumbre

Referencias:

http://argentinaclimbing.blogspot.com/2007/10/los-gigantes-crdoba.html

viernes, 14 de octubre de 2011

Código del montañero




Código del montañero 

Editado en el año 1965 por la Federación Argentina de Montañismo y Afines, basado en las recomendaciones de la Unión Internacionales de Asociaciones de Alpinismo (UIAA).

En la Asamblea General de la Unión Internacional de Alpinismo (UIAA), celebrada en Munich, Alemania, entre el 18 y el 22 de junio de 1964, se recomendó la divulgación de la ponencia presentada por el Club Alpino Alemán, consistente en una serie de consejos prácticos y éticos destinados a los deportistas de montaña.
Las 10 premisas:


1. Ser, más que parecer
Hacer montaña significa vencer dificultades. Es educativo, aumenta la confianza en sí mismo, pero no debe conducir aun sentimiento de superioridad. Los montañistas no son una élite privilegiada, sino simples seres humanos que tienen hacia sus familias y hacia la sociedad los mismos deberes que los no montañistas. El montañismo no debe perder su carácter de sana actividad de las horas libres. Además, la vida nos impone tareas incomparablemente más grandes y más importantes que las de la práctica del deporte.
La jactancia, el ruido que se hace alrededor de las figuras, la búsqueda del sensacionalismo y las especulaciones, perjudican al deporte montañés en la misma forma que a la mayor parte de las otras actividades. El hombre capaz, el buen amigo en el que se puede confiar, no se distingue por la fanfarronería sino por la reserva. En él, la veracidad es natural. 
2. Ver, observar, aprender
Toda verdadera comprensión es consecuencia de la forma de ver y de captar. Esto exige interés, esfuerzo y experiencia. El que mira a su alrededor sin tomar conciencia de lo que le rodea, no hace más que descubrir superficialmente las cosas más esenciales; comprende poco y aprende también poco. Se puede por ejemplo considerar la vegetación de montaña bajo el aspecto de su color verde sembrado de manchas multicolores, las rocas bajo su aspecto grisáceo y matizado y los alrededores montañosos como una corona de picos anónimos, sin quedar por ello insensible a su belleza.
Pero la experiencia será mucho más rica y perdurable si se toma plena conciencia de ella y se comprende aunque no sea más que en sus aspectos más visibles. Bajo cualquier aspecto que se presente, será mucho más interesante si se conocen sus características y su origen. El que tiene algunos conocimientos sobre las variedades de las rocas y de las plantas, sobre los animales y sus costumbres, el que puede decir algo sobre los habitantes de una región montañosa y sobre su historia y su cultura, no cabe duda que experimentará una satisfacción mucho más rica. Si conoces las montañas que te rodean – puede ser que sus nombres evoquen en ti experiencias vividas, recuerdos y esperanzas - vivirás más intensamente la grande y embriagadora experiencia del montañismo. 
3. Prepararse
El éxito de una prueba de montaña depende de su preparación. Las condiciones previas son: la habilidad técnica, el entrenamiento, el buen estado físico y la aclimatación, así como un equipo adecuado. A ellas hay que añadir además la capacidad de juzgar las condiciones del desarrollo y del tiempo. Prepárate para la prueba en montaña física, espiritual y psicológicamente. Familiarízate con sus características y sus condiciones particulares (es muy importante fijar la ruta y el horario, anotar en caso de escaladas difíciles, los pasos más fatigosos y eventualmente, los lugares de detención o de vivac, las zonas particularmente peligrosas, las posibilidades de retroceso o de descenso) . No olvidar nunca comunicar vuestro objetivo y la ruta prevista a vuestros parientes más próximos, al guarda del refugio  (eventualmente, al libro del refugio) o a vuestros amigos. 
4. Realizar lo que somos capaces
Esto implica dos cosas:
a) No queremos reservarnos, sino ir hasta el límite de nuestras posibilidades. Una sana ambición es un elemento positivo. La satisfacción que nos produce la acción cumplida, por el valor de la acción en sí misma, da la verdadera medida. Presenciar las hazañas de un buen montañés, hábil y seguro, proporciona una placer estético.
b) No exagerar. La capacidad es la medida de lo que nos está permitido, es decir, que si las condiciones físicas y psicológicas son malas, si la forma física en ese día no es satisfactoria, hay que quedarse abajo. La insensatez no solamente pone en peligro a la persona que así actúa y a sus compañeros, sino también con frecuencia, a los que van a socorrerlos. No se puede asumir esta responsabilidad ni ante sí mismo, ni ante los padres o terceras personas que por esta causa se perjudican. Tomarse tiempo. Esta máxima es aplicable tanto antes de la prueba como, dentro de lo posible, durante la misma. Lo que no se ha podido hacer este año, puede hacerse más tarde. 
5. Economizar medios artificiales
El que reseña una escalada en el libro de la cumbre, la anota para sí mismo o la cuenta a sus amigos y camaradas del club, reivindica el hecho de haber recorrido una determinada vía ya anteriormente realizada. Es evidente que una renovación no es una hazaña del mismo valor que la primera escalada. Pero, las dificultades características de la escalada de esta o aquella vía, deben permanecer invariables. Del que la realiza por primera vez se exige que sea razonable y del que la renueva que sea leal. No es razonable, ni tampoco admisible para los que vengan después, intentar una primera que represente un riesgo total. No es leal tampoco abrir una vía recurriendo a medios artificiales ilícitos. Esto no es renovar una ascensión, sino violentarla. Toda vía de escalada sembrada de seguros está desvalorizada, y por ello, las vías deben conservarse o volver a adquirir lo más posible su estado primitivo. La moral montañesa exige por tanto una verdadera competición disciplinada de fuerzas midiéndose en condiciones intactas, que uno no tiene el derecho de degradar. Aquel que no escala lealmente debe hacérsele reflexionar y debe educársele. Como toda libertad, la libertad de la montaña está también sometida a reglas morales que excluyen la arbitrariedad y la deslealtad. 
6. Tener el valor de renunciar
El que intenta una prueba en montaña, con o sin esquís, debe estar también preparado para el regreso. El escalador debe conocer la técnica del descenso. (Así, por ejemplo, el que prefiere la escalada en roca puede tener que enfrentarse con ciertas dificultades durante sus pruebas combinadas sobre roca y sobre hielo). Debe conocer la vía teórica para juzgar, en caso dado, si es posible o sensato continuar la ascensión, utilizar un paso lateral o resolverse por el regreso. En caso de necesidad, todos los medios son buenos para salir de una pared o de una grave dificultad. Ciertas catástrofes se han producido porque la decisión de retroceder se ha tomado demasiado tarde. Por ello, la cuestión de la retirada debe ser incluida en primera línea en todas las consideraciones sobre la montaña.
Reconociendo a tiempo la necesidad de una retirada, no hacemos más que demostrar nuestro sentido de la responsabilidad. Vale más renunciar demasiado pronto, que demasiado tarde. Aunque no se haya conseguido alcanzar la cumbre, la prueba puede llegar a ser una aventura verdadera e inolvidable, porque en la mayor parte de los casos, la retirada implica la posibilidad del regreso y del éxito final. 
7. Socorrer
En una región habitada, podemos ser socorridos, en caso necesario, en cualquier momento. Pero en montaña no es así. Existen desde luego, puestos de socorro, bases y patrullas de salvamento, pero éstas no cubren más que una región muy limitada. El que se encuentra en dificultades en montaña, se ve obligado a solicitar el socorro más próximo. Y es por esto que todo andinista, todo esquiador, debe estar siempre dispuesto a ser capaz de socorrer un forma eficaz. Un curso de salvamento o por lo monos de primeros auxilios, es una de las exigencias inexcusables de todo montañés activo.
El peligro de otros es la señal de socorro inmediato, desinteresado y voluntario. Nadie debe contar nunca sobre la eventualidad de que el auxilio sea prestado por terceros, guías, profesores de esquí o miembros del servicio de salvamento. Pero, el apresuramiento en disponerse a prestar socorro, no debe ser tampoco ciego La falsa valoración de sus propias capacidades y medio ha tenido ya, a pesar de la mejor voluntad, muchas consecuencias mortales. Para que el socorro sea coronado por el éxito hace falta discernir rápidamente cuáles son los métodos más eficaces. Hay que intentar ante todo establecer contacto con las personas en peligro, para determinar la naturaleza de la ayuda solicitada.
Con frecuencia es también oportuno constatar la forma en que puede llegarse hasta ellas. La decisión sobre la forma de intervención depende de la comunicación establecida con las personas a socorrer. El que por sí mismo es capaz de prestar socorro, debe hacerlo inmediatamente. En caso dado, una tercera persona, de la cual sea posible prescindir, deberá partir en busca de otros socorristas. Si existen pocas probabilidades de socorrer eficazmente y por el contrario, es posible llamar a otros socorristas, conviene hacerlo en el plazo más breve.
Raramente la vida y la muerte dependen tan estrechamente de la decisión justa y de la acción inmediata, como en los casos de salvamento en montaña. 
8. Cuidar los refugios
Debemos una gran parte de nuestras posibilidades de excursión a la existencia de los refugios. Nuestros antecesores los construyeron con gran amor y a costa de grandes sacrificios. A nosotros nos corresponde cuidarlos para nuestro uso y el de nuestros hijos, debiéndolos considerar como bases de nuestras excursiones.
Todo montañés sabe por propia experiencia que agradable es la estancia en un refugio limpio y cuidado y lo desagradable que puede llegar a ser si el refugio está sucio o mal cuidado. Por tanto es natural que el deportista de montaña se sienta responsable del estado de los refugios, muy especialmente de aquellos que no están dotados de un servicio de mantenimiento regular y de los refugios de invierno.
Cuanto más contribuyamos al mantenimiento y limpieza de nuestros refugios más a gusto nos sentiremos en la montaña y menores serán los gastos de refugios que figuran en el presupuesto de las sociedades deportivas. El montañismo activo, la formación de los jóvenes, las expediciones y otras disciplinas útiles saldrán a su vez beneficiadas. 
9. Proteger la naturaleza
Nos incumbe una seria responsabilidad en la protección de la naturaleza. Todo lo que en ella nos proporciona hoy goce y salud, no debemos dejarlo a nuestros hijos como si fuera un campo devastado. El paisaje montañés es una de las raras regiones donde la naturaleza se encuentra en estado primitivo. Esta "región inculta" debe ser protegida de una supervaloración excesiva bajo la forma de caminos, funiculares, trenes, casas, cercados, centrales eléctricas, industrias y otras muestras de civilización, generalmente con fines lucrativos. Nosotros los humanos, tenemos necesidad de disponer de algún espacio donde podamos estar solos frente a un mundo intacto y sano, para poder encontrarnos a nosotros mismos. La montaña representa este mundo intacto y así debe permanecer.
Esta convicción encuentra su expresión práctica en las leyes para la protección de la naturaleza que todo montañés debería conocer. Además de la protección de animales y plantas, es preciso que nos preocupemos también por el estado de las cumbres y de los caminos que en modo alguno, deben convertirse en depósitos donde uno se desprende de las latas de conserva vacías, botellas, papeles grasientos y otros desperdicios. El que esto hace, se extiende un certificado deplorable de ignorancia. Es tan sencillo transportar "vacío" al regreso todo lo que se ha subido "lleno", en caso de que no se prefiera enterrar todos los desperdicios bajo las piedras. Cuidad de que las montañas permanezcan limpias.


10. Ser tolerante
En la montaña somos ante todo hombre y no  miembros de una raza, nacionalidad, pueblo, religión, partido, profesión o cualquier otro tipo de agrupación. Hay muchas formas de hacer montañismo. La expresión "montañés   verdadero" o "auténtico" no es más que una frase pretenciosa por la que ciertas personas   tratan de imponer sus propias ideas. A este respecto hay opiniones muy diferentes. Lo que distingue a los montañistas unos de otros no es tanto su calidad como su individualidad. Unos consagran todas sus horas libres a hacer excursiones por montañas. Otros no van a ellas  más que ocasionalmente. Este realiza con el mismo placer tanto un paseo por la montaña, como un recorrido extremadamente difícil. A unos, las excursiones le hacen conquistar las cumbres, mientras que otros se dedican a no conocer de la montaña más que las paredes a escalar. Unos prefieren la roca, otros el hielo.
Hay otros para los que el colmo del placer son las excursiones que les proporcionan ejemplares de hierbas o piedras para coleccionar. Pero todos pueden ser montañistas y ninguno lo es más que el otro.
El que no concede valor al montañismo moderado se coloca en el mismo nivel que aquel otro que, en el extremo opuesto, no ve más que lo rudimentario desprovisto de comprensión y de sentido para el "mundo sublime de las montañas" reside precisamente en el hecho de que cada uno puede buscar en ellas el placer a su propia manera.