jueves, 15 de diciembre de 2011

CETACEOS: SU POSICIÓN FRENTE AL NUEVO MILENIO

CETACEOS: SU POSICIÓN FRENTE AL NUEVO MILENIO

Por Federico Serino. Miembro de SOLAMAC

 

Fecha: diciembre 1995 

 

Un nuevo siglo está por comenzar, con nuevas expectativas y nuevas perspectivas. En la actualidad miles de turistas recorren el mundo buscando lugares para realizar avistajes de ballenas. Por otro lado los más pequeños disfrutan con las piruetas y malabares que realizan orcas y delfines en los oceanarios y por último están los que todavía creen que los mamíferos marinos son un recurso inagotable de los cuales podemos servirnos y utilizarlos, sin importar si ponemos a las distintas especies al borde de una extinción total. Podríamos también preguntarnos ¿para qué sirven? O ¿por qué hay que salvarlas?

Cuando hablamos de salvarlas o protegerlas no es solamente un mero capricho de un par de locos ambientalistas, hablamos de mantener y conservar el equilibrio de todo el ecosistema marino del cual las ballenas forman una parte importante; por supuesto que es necesario conservar todos los recursos que existen sobre la tierra y el mar.

En esta  última década con el gran adelanto que significó la llegada de material informativo al público en general, el tema fue instaurándose en la gente; así todo, fue bien entrado el siglo XX, cuando la cetología dejó el campo especulativo para aproximarse a la realidad. Los conocimientos que los científicos  tienen de los cetáceos todavía muestran grandes incógnitas. Hay especies que sólo se han estudiado sobre la base de ejemplares varados en muy malas condiciones y otros que sólo se han observado en muy pocas oportunidades. Tampoco se comprende como expresan su inteligencia: no podemos suponer que sean más o menos inteligentes que sus parientes humanos si es que medimos los parámetros de capacidad mental sobre la base de nuestras características. El cerebro humano pesa 1400 gramos y el de una especie de delfín, el Tursiops truncatus (el famoso Flipper), 1700. La corteza cerebral del delfín es mayor que la nuestra. Tiene el doble de circunvoluciones, y del 10 al 40% más de células nerviosas. Con estos datos podemos notar que los cetáceos pueden efectuar procesos mentales quizá más complejos que los nuestros.
La continua reducción en las poblaciones de ballenas está desencadenando alteraciones en los ecosistemas del Antártico, ya se observó que las ballenas Sei (Balaenoptera borealis) alcanzan la madurez mas pronto, al igual que las focas cangregeras (Lobodon carcinophagus) y los leones marinos de la Patagonia (Otaria flavescens). Esto implica que ha aumentado la tasa de reproducción de estos animales o que, por las matanzas, los mismos deben llegar mas prematuramente a la edad de madurez sexual. Se piensa, en el caso de las ballenas, que todos  estos cambios podrían deberse al incremento del krill (Euphausia  superba) ahora que no es comido por  los grandes consumidores: las ballenas Azules (Balaenoptera musculus)  y las ballenas Fin (Balaenoptera physalus) ya que han sido enormemente diezmadas. Esto es uno de los argumentos con los que las industrias balleneras japonesa y noruega justifican el reinicio de las capturas de especies que no tienen reducidas sus poblaciones: ej. ballena Minke (Balaenoptera acutorostrata). Otro probable ejemplo es la disminución en el tamaño de los Cachalotes (Physeter macrocephalus). En su libro The Whale (1972) Jaques Cousteau informó que en los tiempos en que fue escrito Moby Dick, la famosa novela de Herman Melville, los Cachalotes tenían frecuentemente 20 mts. de largo por los años de 1890. La disminución de talla en esta especie se debería a la extracción de los individuos mayores. Ahora... ¿qué ocurre con la estructura genética de una población si los ejemplares más grandes son exterminados? ¿Es posible que en un período relativamente corto, una selección tan intensiva podría dar lugar a  Cachalotes más pequeños?

Muchos científicos opinan que es extremadamente improbable que las especies severamente mermadas recuperen sus niveles anteriores. Aún para la ballena Franca Austral (Eubalaena australis), la tasa de aumento de aproximadamente un 7% anual es muy baja, y si a esto le agregamos que cuando abandonan las aguas jurisdiccionales Argentinas nadie las protege y que quedan a merced de los balleneros piratas que las esperan en mar abierto, podemos ver lo complicado que es efectuar medidas de conservación para estas o cualquier especie que se halle en peligro de subsistencia por efecto de la interacción con humanos.
Cada especie animal o vegetal del planeta realiza funciones únicas y específicas que están intrínsecamente relacionadas con su lugar dentro de los ecosistemas o biomasas de las cuales depende nuestra supervivencia. No sabemos como puede afectar a  nuestra existencia la falta de alguna de éstas, a corto o largo plazo. Si evaluamos que la tierra hace mas de 4.500 millones de años que esta evolucionando constantemente, y que el hombre en el corto e insignificante período de unos 6.000 años contribuyó a los grandes problemas ambientales con que ingresamos al siglo XXI, el tema es realmente muy preocupante.

Los cetáceos, como todos los organismos que viven en el mar, incluso los que nos alimentamos con los mismos peces que comen ellos, estamos expuestos a otros tipos de peligros: la contaminación de ríos y océanos. Este gravísimo problema se origina en el descontrolado vertido de basura no degradable, residuos cloacales, metales pesados, desechos nucleares, insecticidas y herbicidas utilizados para el control de plagas y malezas... en definitiva cualquier objeto que no sirva o sobre o no sepan dónde guardarlo termina en el agua. Evidentemente el gran crecimiento de la población hace que también crezcan sus desechos, pero debemos indefectiblemente controlar estos vertidos para cuidar la salud de nuestras aguas. Los cambios producidos en los ecosistemas aunque parezcan muy pequeños crean un impacto excesivo sobre las distintas especies que lo habitan. Esto es debido a la destrucción de hábitats naturales lo que eliminó al predador principal de muchas especies; como ejemplo podemos citar al mosquito que produce la malaria (Anopheles sp) o el dengue (Aedes aegypti). De allí surgió la necesidad del uso de insecticidas. A su vez los mosquitos han ido desarrollando distintos métodos de inmunización lo que ha llevado a la industria a desarrollar productos cada vez más efectivos, desde la 1ª generación de insecticidas sintéticos (organoclorados como el DDT) a principio de siglo, hasta la 5ª (reguladores de crecimiento HJ-Metropene) en el presente. Todos estos productos se filtran hacia las napas de agua y a los ríos subterráneos y en definitiva van a parar al mar, aquí son  absorbidos por algas y organismos planctónicos que son parte de la cadena alimentaria de otros animales. Los que están en el tope de esta cadena van recibiendo todos los contaminantes acumulados y en el caso de los mamíferos marinos sus sistemas inmunológicos se ven altamente dañados. Este ejemplo lo podemos trasladar a los humanos que también utilizamos los recursos del mismo mar...  Bien, seamos egoístas y por lo menos mantengamos vivos a los cetáceos para darnos una clara idea del estado de salud de los océanos,  lo cual redundará en nuestro propio bienestar.

Los preocupantes asuntos relacionados con la matanza de ballenas no son  de éstos últimos tiempos, diríamos que casi desde el inicio de las capturas se estableció que sin un efectivo control  ninguna especie podría soportar una merma tan grande en su número. En el año 1324 aproximadamente los esturiones y las ballenas fueron declarados “peces reales” por los reinos de Inglaterra, Gales e Irlanda. En 1821 los rusos expulsaron a los balleneros extranjeros del mar de Bering y en 1931 se formó la “convención para regular la caza de cetáceos”   Estas y otras medidas a lo largo del tiempo llevaron a la creación de la “Comisión Ballenera Internacional” (C.B.I.) de la que ya hemos hablado. En realidad la Comisión siempre estuvo formada por países interesados en la caza comercial y no en la conservación de los mismos, aunque realmente es el único organismo en que se pueden discutir estos temas y de donde han salido las moratorias de capturas y la creación de los “santuarios oceánicos” donde no pueden ser explotadas. Ya que La  Argentina pertenece a dicho organismo aprovechemos este recurso enviando gente idónea a las reuniones de la C.B.I., que puedan opinar  con formación, conocimientos y sin falsos eufemismos, y afrontemos que nuestras ballenas no son sólo un recurso turístico para ser observado de abril a diciembre.

 Recordemos el año 1984 cuando la reunión anual de la CBI se realizó en Buenos Aires, en ese momento el Dr. Eduardo Iglesias era reelegido como presidente de la Comisión y se acordó la moratoria de las capturas para el año siguiente. Por ese entonces se discutía si la Comisión servía para proteger a las ballenas o sólo salvarlas de su extinción comercial. O sea, que comenzamos el nuevo milenio con los mismos problemas mientras los cetáceos siguen soportando la presión de las capturas. 

En un artículo publicado en el periódico The Times, el lunes 25 de junio de 1973 se redactó una carta abierta a la CBI donde se informaba que cada 20 minutos se sacrificaba una ballena y se preguntaban si era realmente necesaria esa carnicería. Mencionaba que desde el año 1946 en que se creó la comisión, los estamentos de la misma fueron salvaguardar los grandes recursos de la naturaleza para las generaciones futuras, y que se debería dictar una moratoria para las especies mas explotadas. La única justificación que se encontraba para matar ballenas era utilizarlas como recurso proteico para personas hambrientas, pero eran pocos los países que importaban carne de ballenas para consumo humano. Mencionaba también que los controles de captura se basaban en las cifras mas optimistas de las poblaciones de ballenas, cuando el único procedimiento razonable hubiera sido la precaución.

En esos momentos la investigación se realizaba sobre los ejemplares muertos por los balleneros, pero los estudios sobre poblaciones vivas servirían para efectuar comprobaciones sobre estructuras de población y migraciones (hoy sabemos que son animales altamente sociables con complejas estructuras familiares).
Los métodos para matarlas eran calificados de bárbaros. El arpón de púas, de 73 Kg, explotaba dentro de ellas matándolas en un período que oscilaba de una a tres horas.
Como corolario, el artículo hacía referencia a que el hombre no tuviera ya la necesidad de seguir matando ballenas, y que en nombre de la dignidad humana se debería detener la matanza, por lo menos hasta que se probara que los productos derivados de las ballenas fueran esenciales para la supervivencia humana, o que se inventara una técnica de captura humanitaria.

Esta carta fue firmada entre otros por el Príncipe Bernardo de Holanda, el Duque de Edimburgo, altas personalidades de organismos conservacionistas de la época y por el famoso Comandante Jacques Ives Cousteau por entonces miembro de la asociación Amigos de la Tierra. 
Quizá el mundo pueda seguir adelante sin los cetáceos; quizá no, pero no es el tipo de cosas que uno quisiera conocer empíricamente. Si después de haber matado a todos los cetáceos nos damos cuenta que el  planeta no funciona bien sin ellos ya será demasiado tarde, porque no podremos crearlos de nuevo.


BIBLIOGRAFIA Y FUENTES
Salvad las ballenas, Asociación Amigos de la Tierra
Cursos y Conferencias dictadas en el Museo Arg. de Ciencias Naturales
AGRADECIMIENTOS
A  Hugo P. Castello, del dpto. de mamíferos marinos del MACN,  por la revisión del texto

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.