Jacques Ives Cousteau, buceando en el "mundo silencioso"
Por Federico J Serino
Instructor de Buceo ACUC,
Miembro
SOLAMAC (Sociedad Latinoamericana de Especialistas en Mamíferos Acuáticos).
11 de junio 1910- 25 de junio 1997
Que se puede contar de Cousteau
que ya no se haya dicho o leído... quién no ha visto alguno de sus innumerables
documentales donde muchos de nosotros soñamos con fantasías acerca del gran
azul... quién no ha sentido el placer de la ingravidez al sumergirse en el
agua... fue gracias al ingenio e inventiva de este gran hombre que hoy el buceo
deportivo, técnico o profesional es un hecho que ha abierto el conocimiento de
los abismos más profundos de nuestro querido y maltratado planeta.
Corría la década del 20 y los
franceses disfrutaban de “La
Belle Epoque”, muchos grandes inventos y nuevas experiencias
caracterizaron el comienzo del nuevo siglo: los hermanos Lumiére deslumbraban
con el cinematógrafo; Louis Blériot cruzaba el canal de la Mancha con su monoplano de
25 cv. en una desenfrenada carrera contra Hubert Latham. Todo esto pasaba
frente a los ojos de un deslumbrado joven francés que tenía muchas inquietudes
y una gran pasión: el mar.
Cousteau conoció por esos años a
Emile Gagnan, un empleado de un oscuro laboratorio de Air Liquide, quién ideó
una válvula interruptora automática para los autos a gas de la época, que ante
la escasez de gasolina producida por la recesión, utilizaba ese combustible como
sustituto. Eso era justo lo que Jacques necesitaba para el equipamiento que
había ideado, la adaptaron y ajustaron y éste fue el inicio de los primeros
equipos autónomos de buceo.
La historia nos lleva a una
mañana de junio del año 1943, en Ville Barry en la Riviera francesa, bajo una
oculta cala rocosa a la sombra de las miradas de la gente y de los soldados de
las tropas de ocupación. Allí, en una caja de madera enviada de París, estaba
este nuevo e ingenioso aparato: el pulmón automático de aire comprimido, más
famoso y mundialmente conocido como “aqualung”. Junto con sus inseparables
compañeros de buceo, Philippe Tailliez y Frédéric “Didi” Dumas, desembalaron el
conjunto de tres botellas de aire comprimido de tamaño mediano, unidas a un
regulador de donde partían dos mangueras que se unían en una boquilla, que les
entregaría aire a demanda sin importar la presión del entorno. Con este equipo
sujeto con unas correas a sus espaldas,
unos lentes que cubrieran los ojos y la nariz, y un par de aletas de goma para
los pies, comenzó lo que luego sería la más impresionante serie de inmersiones
que permitió conocer las profundidades del océano tal como hoy las conocemos.
Luego de finalizada la ocupación
alemana de Francia, en su condición de capitán de la marina, junto a Taillez y
a Dumas como especialista civil, formaron el “Groupe de Resercherches Sous-Marines” (Grupo de Investigaciones
Submarinas). Una de las primeras tareas encomendadas fue la de limpiar los
puertos y bahías de minas explosivas y barcos hundidos. También experimentaron
con la fotografía subacuática utilizando películas de 35 milímetros en
blanco y negro para cámara fija “Isopan F”, encerrada herméticamente en un
frasco de vidrio de dos litros. En esta técnica no fueron los pioneros, ya que el
propio Cousteau narra que las primeras experiencias se realizaron en el año
1914 por un americano llamado J. E. Willamson.
Vendría luego su primer
cortometraje: “A dieciocho metros de
profundidad ”donde filmaron un vapor británico hundido: el Dalton; seguirían “Pecios” en 1943 y “Paisajes
del silencio” en 1944. Finalmente en 1956, después de dos años de
filmaciones y más de mil inmersiones llegaría “El Mundo Silencioso” por el cual recibiría un Oscar de la Academia. Esta
película-documental tuvo un fuerte impacto sobre el público, sobre todo la
escena donde se veía a Dumas bailando un vals con “Ulises”, un gigantesco mero
de casi dos metros. La crítica cuestionó a Cousteau por haber presentado estos
filmes en plena ocupación alemana, pero según él, las películas servían para
levantar la moral de la juventud francesa.
Siempre a su lado, acompañándolo
en todas sus iniciativas, estuvo su primer esposa, Simone Melchior, hija de un
oficial retirado de la marina quien por ese entonces se desempeñaba como
ejecutivo de Air Liquide. Se casaron el 12 de julio de 1937 y tuvieron dos
hijos: Jean-Michel y Philippe. Con Philippe como camarógrafo submarino y más
cercano colaborador, trabajó en toda la primer serie de documentales que se
realizaron gracias a un acuerdo con la cadena televisiva americana ABC, y que
se llamó “El Mundo Submarino de Jacques
Cousteau ”.
La exploración y filmación
submarina era un hecho, pero Cousteau necesitaba su propio barco y su anhelo se
cumplió en el año 1949 cuando encontró un dragaminas de la 2º guerra mundial
(por ese entonces era un transbordador en actividad) construido en Seattle en
1942, que sirviera en la
Marina Real como el dragaminas J-826. Fue en su función como
transbordador que lo bautizaron Calypso, que según la mitología griega era una
ninfa hija de Océano y Tetis. La leyenda dice que fue Cousteau quien bautizó al
barco y que lo obtuvo bajo la promesa de no revelar la
identidad del millonario inglés que había financiado la compra. El benefactor
fue Noel Guiness y el contrato se firmó el 19 de julio de 1950. La embarcación
fue convertida, con ahorros del propio Cousteau y varios de sus amigos, en el
primer buque de investigación oceanográfica dedicado casi con exclusividad a
esta naciente disciplina (en un principio el barco también fue utilizado para
exploración petrolífera, lo que les permitía sumar fondos extras para otras
actividades); con sus 40 mts. de eslora, el barco tenía capacidad para
aproximadamente 30 personas entre tripulantes buzos y científicos. A bordo de
su querido Calypso recorrió miles de millas marinas por todo los mares del
planeta; ese era su hogar y el de su esposa Simone, que era la verdadera señora
del barco. Ella constituía la fuente permanente de un gran sentimiento familiar
y estaba pendiente de cualquier cosa que necesitaran sus “muchachos”. Así la
recordaba Albert “Bébert” Falco, uno de los más cercanos colaboradores de
Cousteau y jefe de su equipo de buceadores entre los años 1952 y 1989.
Lamentablemente la historia del
Calypso finalizó en un puerto de Singapur, en enero de 1996 cuando estando
amarrado fue embestido por un remolcador. Ahora se encuentra en Marsella
pudriéndose lentamente, aunque hay pedidos de la Sociedad Cousteau
hacia el presidente francés para repararlo y convertirlo en un museo flotante.
En su constante búsqueda del
conocimiento también tuvo muchos momentos desagradables, Cousteau mismo junto a
“Didí” Dumas, experimentaron con sus propios cuerpos los efectos de la presión
o la utilización de diferentes mezclas gaseosas para lograr mayores tiempos de
permanencia o mayores cotas de profundidad. Así los abismos cobraron una de las
primeras víctimas en su equipo: Maurice Fargues. En una serie de inmersiones,
donde trataban de conseguir superar la cota de los 120 mts., se ahogó. Cuando lo
izaron hacia la superficie lo encontraron con el regulador fuera de su boca,
por lo que pensaron que sufrió los efectos de la narcosis nitrogénica, por
entonces conocida como “embriagues de las profundidades”. En la Antártida, en el año
1972, una nueva desgracia golpea al grupo de marinos: el primer oficial Michel
Laval fue a recibir un helicóptero que estaba por aterrizar en la isla
Decepción; se resbaló en el hielo y fue alcanzado por la hélice del aparato,
matándolo instantáneamente. Pero la mayor desdicha sufrida por el viejo Capitán
fue la pérdida de su amado hijo Philippe. Fue el jueves 28 de junio de 1979,
Philippe intentaba aterrizar el hidroavión Catalina PBY en el río Tajo en
Portugal; éste avión fue adquirido para asistir las tareas del equipo, y en ese
momento servía de apoyo táctico para Falco que estaba experimentando con una
estación subacuática.
Cuando niveló al PBY (como lo
había hecho cientos de veces) tocó con algo que lo sacudió y los tiró a todos
hacia delante. Enseguida se dieron cuenta que estaban hundiéndose; se lanzaron
a las aguas barrosas y llegaron a la costa; allí el copiloto Hank Levibach,
descubrió que Philippe no estaba con ellos. Las versiones sobre el accidente
eran contradictorias: algunos decían que una tapa de inspección del hidro
estaba abierta y que al tocar el agua produjo el accidente matando al
desdichado a causa del desprendimiento de una hélice; otras, que habían chocado
contra un banco de arena.. En ese momento el Calypso estaba navegando por el
Caribe filmando naufragios cuando llegó la terrible noticia: Cousteau y Simone
se derrumbaron, pero no hicieron público su dolor y dispusieron que el cuerpo
de Philippe fuera enterrado en el mar tal como fuera su deseo. Éste desgraciado
hecho fue el que acercó al padre con su otro hijo que en ese momento no
participaba en los negocios de la Sociedad. Jean-Michel
tenía su vida aparte como arquitecto naval y por mucho tiempo estuvieron
distanciados sosteniendo una tensa relación; a partir de aquí, padre e hijo se
encontraron y Cousteau le ofreció el lugar dejado por su hermano.
Nada fue igual después de la
muerte de Philippe: Cousteau envejeció de golpe; “mi castigo será trabajar
hasta morir” le dijo a Falco, y lamentablemente la relación del resto del
equipo con Jean-Michel no era la misma que habían mantenido con su fallecido
hermano. La tripulación del Calypso se encontraba en el río San Lorenzo en
Canadá, estudiando la contaminación, Falco era el jefe de la misión, Bernard
Delemotte el buzo principal y Dominique Sumian estaba a cargo de las
exploraciones específicas, y cada vez más a menudo, Cousteau debía intervenir
para suavizar las tensas relaciones entre ellos y su hijo mayor.
Cousteau llegó por primera vez a
Buenos Aires en el año 1962; en 1972 viajó hacia la Antártida para estudiar
los efectos de la contaminación en el continente blanco; en 1985 nos visitó por
última vez mostrándose muy angustiado por los problemas ambientales de nuestro
país, sobre todo por el alto grado de degradación que presentaba el Riachuelo.
Su paso por la Argentina
generó adhesiones y críticas, lo que fue una constante en sus recorridas
alrededor del globo.
Un Cousteau cada vez más duro y
más comprometido con los temas ambientales y con la degradación del ambiente
marino, levantó su voz e influencias para atacar este tema que aún hoy ocupa
los primeros lugares en aspectos de la salud del planeta. El fracaso de la
conferencia de Caracas para determinar la Ley del Mar en 1976 lo enfureció, alegando que se
habló mucho de derecho y poco del mar. Lo que Cousteau proponía era que una
autoridad oceánica internacional dictara las normas y reglas a seguir sobre la
explotación racional de los recursos de los océanos, pero que las naciones
costeras fueran las responsables de ponerlas en práctica en sus respectivas
zonas económicas. Se pidió una modificación en los métodos de pesca industrial
que tanto daño hace a las poblaciones de peces y a los fondos marinos, y se
solicitó que extensas franjas costeras quedaran libres de explotación. Cuanto
más endurecía su posición más críticas recibía: ¿cómo el hombre que estaba
comprometido con la presencia de los humanos en el mar, que imaginaba
comunidades, vastos complejos industriales y hasta naciones que prosperarían en
el mar ahora había dado ese vuelco?. Evidentemente Cousteau había cambiado.
Desde su primer serie de documentales, donde probablemente podríamos estar de
acuerdo que sus métodos no eran lo suficientemente simpáticos para la actual
tendencia ecologista, a la última serie de documentales llamada “La Odisea de Cousteau”, mucha agua había corrido
bajo la cubierta del Calypso. No nos olvidemos que las primeras tomas fueron
rodadas en el año 1967, y que en esa época todo estaba por descubrirse; en
realidad si algunas escenas fueron preparadas o ambientadas igualmente han
dejado un gran impacto en el público y que fue Cousteau el que estaba
descubriendo junto a su equipo y a los televidentes ese nuevo mundo acuático.
Después de su muerte su hijo Jean-Michel dijo: “Todo el que hace algo es
criticado, los que no hacen nada no lo son”. Mucho tiempo había pasado, casi
cincuenta años de viajes, descubrimientos y desgracias... pero igualmente
Cousteau siguió trabajando: junto con Lucien Malavard, un experto en
aerodinámica que había trabajado en los diseños de los aviones Concorde y
Airbus, modificaron los planos del año 1924 de un constructor alemán Anton
Flettner, de un barco impulsado por dos grandes cilindros que utilizaban
principios aerodinámicos de diferenciales de presión para conseguir el empuje
necesario para navegar: había nacido el “Alcyone”, otro de los legados de
Cousteau para la humanidad.
Sus últimos años no fueron de
los más felices: enemistado nuevamente con su hijo Jean-Michel y observando que
a pesar de sus recomendaciones, las naciones no hacían lo suficiente para
mejorar la calidad de vida de un mundo que se degrada en forma acelerada,
comenzó a preguntarse cuál era realmente la leyenda que se había formado a
través del nombre Cousteau. Había descubierto, viajado, enseñado, mostrado y
alertado al mundo entero de lo que él mismo había aprendido. A pesar de esto
sus detractores aprovecharon sus debilidades para atacarlo aún con más
insistencia.
Su amor eterno era el mar, al
que esperaba no tener que dejar jamás, ese océano donde pasó la mayor parte de su
vida y que nunca lo traicionó. Su extraordinaria curiosidad se contagiaba con
naturalidad al resto de su tripulación. “Il faut aller voir”, repetía...
“debemos ir y verlo por nosotros mismos”, con la eterna convicción de que para
conocer a fondo nuestro planeta debíamos sumergirnos en él.
Foto del buque Calypso cuando funionaba com dragaminas (1) |
El Calypso y el Alcione, navegando juntos (2) |
BIBLIOGRAFÍA Y FUENTES
- Cousteau, por Axel Madsen. Ed. EMCÉ.
- El mundo Silencioso, por J.Y. Cousteau y
Frédéric Dumas. Ed. Ediciones Selectas.
- National Geographic, feb. 1998.
- Cousteau, documental producido por la BBC de Londres. 1998.
Fotografías:
1 a 4 .Foto Enciclopedia "Mundo Submarino"
Fotografías:
1 a 4 .Foto Enciclopedia "Mundo Submarino"